Hoy la he recordado mucho, por ser su cumpleaños, tía. Y de tanto pensar, los recuerdos se suceden con abrumadora rapidez…como cuando vivimos juntas unos meses, ¿recuerda? Fue cuando estaba estudiando y había días en que salía tarde de clases…lloviendo…y atravesaba en bote, un bote repleto de estudiantes quietos para que el agua no entrara por los bordes…¡éramos tantos! …y si no lo hacíamos, debíamos caminar por la alameda y atravesar el puente en reparaciones luego del terremoto…era demasiado tiempo bajo la lluvia y oscuridad…
Me veo arriba de un carretón…tirado por un niño de unos doce años…y usted caminando al lado.Salíamos a pasear por las calles aledañas a Hamburgo en Santiago, en las afueras de la ciudad, y usted le pagaba al chico para que me sacara a pasear. Él usaba esa carreta para vender verduras por las mañanas y así ayudaba a sus padres; era un chico pobre pero muy educado, buenos sentimientos, y usted conversaba con él mientras caminaban por esas calles y mirábamos cómo estaban construyendo casas muy bonitas…Era los fines de semana, cuando no iba a la escuela, y yo iba feliz porque estando enyesada, no había otra forma de salir a tomar aire.
Salto a otra época, en su casita de Pishuinco. Cuando para ir a verla, había que «pedir permiso» a ese gringo mal agestado que se hacía dueño del camino que era público…para poder pasar y llegar allá…Me gustaban los copihues a la orilla del río, los arbustos de chilcos llenos de picaflores, tomar once y conversar hasta que oscurecía, y recorrer por ese camino serpenteante, angosto, de noche, con mucha prudencia el regreso feliz.
Pronto será mi cumpleaños, y desde hace ya varios años echo de menos despertar a las siete de la mañana con la primera llamada felicitándome…¡Era usted, tía, que me llamaba antes de irse a trabajar! Y antes, cuando llamar por teléfono era toda una odisea, siempre me llegaba una tarjeta hecha por usted, novedosa, colorida y muy llena de cariño, porque nunca se olvidaba de la fecha. Yo lo encontraba increíble porque entre tantos compromisos, tantos trabajos varios, viajes y todo eso, usted nunca se olvidaba.
Me llegan imágenes…Estoy sentada en esos bancos altos frente al tablero y haciendo mis propios planos de casas, usando lápices, moldes de salas de baño, dormitorios, cocinas, salas de estar…dibujando con perspectiva, hablando de «punto de fuga», y era algo que me encantaba hacer, mientras usted estaba en otro tablero haciendo «planos de verdad».
A propósito de mis dibujos, recuerdo ahora que cuando llegué a Puerto Aisén siendo niña de segundo básico, me sentí muy impresionada al ver ese enorme cerro frente a la ciudad…el Marchant, que tenía «hombros»…y lo dibujé para mandárselo. ¡Era mejor que una fotografía!
Tía Quica, mis recuerdos siempre estarán con usted. Un gran abrazo y un beso para usted, esté donde esté.
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