Cindy sacó del cajón la malla multicolor y con toda calma se la puso para luego pararse frente al espejo y mirarse desde todos los ángulos, observando cada curva de su joven cuerpo. Buscó el peine, deshizo el nudo de la cinta que sujetaba su pelo rizado y cepilló cada mechón con parsimonia y elegancia. Luego comenzó a hacerse un complicado moño el que fue adornando con pedrería brillante y fijando con horquillas cada rollo de pelo de manera que quedara firme y gracioso. Ya era una experta , y le gustaba dedicar el tiempo preciso para que hubiera cero posibilidad de accidente en el escenario, al hacer sus clásicas volteretas. Una vez que el moño quedó perfecto, se dio a la tarea de pintar sombras sobre sus bellos ojos, delinear sus cejas, sus labios, poner rubor a sus mejillas, y pegar esas largas pestañas para que la luz de los focos no hiciera que se le vean raros los ojos.
Mientras ella se daba todo el tiempo del mundo en estos menesteres, se escuchaba a lo lejos la música y aplausos del circo, y ella sabía que ya faltaba poco para que la anunciara el maestro de ceremonia…Estaba concentrada en amarrarse las zapatillas especiales, cuando la hizo sobresaltar el toc toc toc en la puerta de la casa rodante y dijo “ya, voy”…
Agarró la elegante capa, se la puso sobre los hombros, salió presurosa al frío de la noche y con paso rápido se dirigió hacia la carpa donde se oía el estruendoso aplauso que premiaba la actuación de los payasos Copito y Pinpín que recién terminaban su rutina.
Salió el Señor Corales a la pista y con mucha ceremonia anunció a la gran malabarista en la cuerda floja a 4 metros de altura…¡Cindy!
Ella entró a la carpa y se dirigió hacia el centro de la pista donde hizo una reverencia, y advirtió que había mucho público esa noche de sábado. Comenzó la música, que le puso emoción a su número.
Luego fue hacia la derecha, se sacó la capa , se la entregó al auxiliar que siempre la ayudaba y le pasaba los aparatos para hacer sus malabares, y comenzó a subir la escalera con elegancia. Ella sabía muy bien que debía darse su tiempo para cada paso, cada movimiento, nada de apresuramientos, había que hacer todo con elegancia, y así darle categoría a su actuación…Al llegar arriba, pisó y movió los pies en la cajita con carbonato de magnesio para darles adherencia , y pisó el cable asegurando cada paso con sus dedos. Al llegar a medio camino, hizo un par de volteretas hacia delante , otro par hacia atrás, y esperó los aplausos con una tímida sonrisa en sus labios.
En ese momento su auxiliar comenzó a lanzarle uno a uno los platos y ella graciosamente los agarraba y lanzaba hacia el cielo hasta tenerlos todos en movimiento, cosa harto difícil pues no es lo mismo estar en el suelo con los pies en paralelo, a estar en la cuerda y un pie delante del otro…y poco a poco fue dejando caer de a uno los platos mientras seguía jugando con 5…con 4…con 3… con 2… y uno…Aplausos.
De inmediato el auxiliar le lanzó una cuchara y ella puso el mango en su boca, un huevo, que puso sobre la cuchara… y 2 hula hula, que puso uno en cada brazo y comenzó a girar y a girar, y al mismo tiempo daba pasos hacia el otro lado de la cuerda…Al llegar, dejó caer los aros uno a uno, y vino el aplauso al ver que el huevo no cayó de la cuchara, y el auxiliar para demostrar que era de verdad, al recibirlo de vuelta quebró al golpearlo con la misma cuchara…
Nuevamente varias volteretas muy graciosas en el aire, y bajó por las escaleras en medio de los aplausos. Una vez que llegó al medio de la pista hizo varios ejercicios y contorciones con mucha calma y seguridad, y siempre con una hermosa sonrisa que cautivó al público. Puso la capa sobre sus hombros, y se retiró en medio de una ovación.
Llegó a su casa rodante, y comenzó a deshacer todo lo hecho media hora atrás…Se quitó el maquillaje con una crema, se deshizo el peinado, guardó los adornos en sus cajitas, muy ordenados, se cepilló el pelo luego de quitar todas las horquillas, se quitó las zapatillas y las guardó en una bolsa, se quitó las malla multicolor y guardó todo en el cajón del mueble bajo la cama, se puso un bluyín y una polera , sus zapatillas azules que tanto le gustaban, y se sirvió una taza de té caliente para entibiar su cuerpo antes de ir a ayudar a ordenar la carpa, cuando terminara la función de esa noche. Había que recoger la basura que el público tiraba al piso y dejar todo listo para la función de mañana.
Este era un trabajo para el que no había aplausos, luces, música, ni brillos en el pelo.
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